5.05.2008

EL VIAJE





Hoy empiezo un nuevo blog de viajes, o debería decir viejo ya que data de un viaje realizado en el año 2003.
Lo bueno de escribir un blog nada más finalizar un viaje, es que te acuerdas de todo al detalle. Pero escribirlo cuatro años después me va a resultar un poco difícil, sobre todo en cuanto a detalles útiles que pueden servir a otros viajeros. Espero solucionarlo consultando algunos papeles y videos que tengo por ahí.
De todas formas lo que sí estoy seguro de transmitir, son las 10.000 sensaciones que vivimos en aquel verano del 2003 que todavía puedo revivir y oler como si allí estuviera.



En la Navidades del 2002-03 me puse a indagar por mi cuenta sobre las posibilidades de hacer un viaje a Ecuador y sus maravillosas islas Galápagos. Estuve mirando toda clase de páginas web, informandome de vuelos intercontinentales y vuelos internos de Ecuador, posibilidades de realizar un crucero por las islas, hoteles en Quito, Riobamba, trenes, peligros, vacunación …
Después de mucho trajinar por la Web y ante la curiosidad de Marga (mi mujer) por mis horas muertas en el ordenador siempre con el mismo tema, tuve que confesarle mis intenciones. Tras unas cuantas conversaciones vimos que era un viaje factible, por supuesto requería un ritmo tranquilo dada la edad de nuestros peques: Miguel, el mayor de 10 años el mismo día de la salida (7 de Julio), Pablo 7 años, y Hugo 14 meses.
La verdad es que con Hugo tuvimos suerte, ya que dada su tranquilidad, cuando se sentía cansado se dormía en cualquier lugar. Este viaje nunca lo hubiéramos podido hacer si el que viajara con esa edad hubiera sido Pablo. Pablo a su edad era nerviosismo y hasta los tres años no durmió de un tirón ni una sola vez, despertándose una media de 5 veces por noche.
Por el contrario Hugo a esa edad era un niño muy tranquilo, y los vuelos se los pasó durmiendo como un bendito.
En nuestros viajes anteriores al nacimiento de los peques, siempre habíamos visto a los nórdicos, alemanes, australianos y algunos otros viajeros foráneos como viajaban con sus peques por todo el mundo.
Por supuesto este tipo de viajes requiere cierta disciplina para que todo salga bien, así que planificamos al máximo el recorrido,
En nuestro entorno nos tacharon poco menos que locos. ¿Qué donde íbamos con unos niños tan pequeños? Que once horas de vuelo era un salvajada, que si nos raptaban a los niños, en fin todo un sin fin de argumentos ante los cuales no nos dejamos amedrentar. Nosotros ya habíamos comprobado alguna vez que no hay viaje más cansado que irse a Zahara de los Atunes (Cádiz) desde por ejemplo Madrid, en coche, donde apenas tienes movilidad y te achicharras incluso con aire acondicionado.
Esto comparado con once horas de vuelo con algunas de sueño en medio y otras tantas de películas aderezado con una buena planificación y descanso previo y el aliciente de volar para los niños, transformaban la experiencia en algo entretenido, como así resulto ser.

JEG LAG

























Uno de los problemas que hay que afrontar en los largos viajes es el del jeg lag o desfase horario. En nuestro caso Ecuador tiene 7 horas menos y 8 las islas Galápagos.
Teniendo en cuenta que el éxito de un viaje se basa en la salud de los viajeros, y más si estos son niños, realizamos un plan de adaptación al horario del país andino.
Nosotros partíamos el 7 de Julio desde Madrid a las doce de la mañana, llegaríamos a Quito después de 11 horas de vuelo a las 23 de horas de España y 16 horas hora de Ecuador.
Al llegar a las 4 de la tarde a Ecuador cuando en realidad eran nuestras 11 de la noche, deberíamos aguantar hasta la noche para adaptarnos al horario americano.
Para poder aguantar hasta la noche (unas 4 o 5 horas más después de la llegada), aunque en realidad eran nuestras 3 o 4 de la mañana, trazamos un plan 15 días antes de partir a Ecuador.
Como he dicho 15 días antes de tomar el vuelo empezamos a acostarnos 30 minutos más tarde por día al principio disminuyendo a 15 minutos más tarde y dejándolo constante los últimos días.

Día 22 10:30 Hora de acostarse
Día 23 11
Día 24 11:30
Día 25 12
Día 26 12:30
Día 27 12:45
Día 28 1
Día 29 1:15
Día 30 1:30
Día 31 1:45
Día 1 2
Día 2 2:15
Día 3 2:30
Día 4 2:45
Día 5 3
Día 6 3
















Si salíamos en 7 de Julio, el 22 del mismo mes empezamos a acostarnos más tarde, como los niños estaban ya de vacaciones, este proceso no fue difícil. En realidad el horario se hacia así sobre todo para ellos. El resultado fue que pasamos ciertas noches de verano viendo buena cantidad de películas según íbamos retrasando la hora de acostarnos. Claro que Hugo era otro tema y aunque iba retrasando su hora de dormir solía “caer” antes. También su hora de siesta se iba retrasando paulatinamente.
Bueno, después de todo este plan los últimos días nos acostábamos a las tres de la madrugada, o más tarde si la película de cine negro americano que echaban en la dos no había terminado, Miguel y Pablo se habían aficionado bastante

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Con este plan, cuando llegamos a Quito a las 4 de la tarde (11 de la noche de España), no era para nosotros ningún problema acostarnos a las tres de la madrugada (8 de la tarde-noche en Quito). Esas 4 horas de adaptación fueron vitales ya que cuando nos dieron las 8 de la tarde nos acostamos empezando el día siguiente con una adaptación bastante completa. A todo esto se añadía la ayuda de que en Ecuador anochece todo el año a las 6:30 de la tarde.
La adaptación al cambio horario fue todo un éxito, como teníamos tres días en Quito de relativa calma antes de movernos por el país, la acomodación al horario sería completa.

QUITO, EL PANECILLO, BARRIO COLONIAL





















Nada más llegar a aeropuerto de Quito nos fueron a recoger dos taxis del hotel La Cartuja, que era donde nos alojábamos. A partir de ese día cogimos taxis y toda clase de transportes por nuestra cuenta, pero como todo el mundo sabe, lo primero que se tiene que conocer de un país es a los taxistas y si se puede confiar en ellos. Por ese motivo, ese primer día contratamos los servicios del hotel.














El hotel La Cartuja es un establecimiento de muy buena relación calidad precio. Situado en la zona céntrica, junto a una de las vías principales: la Avenida Amazonas, 12 de Octubre, antiguamente La Lartuja perteneció a la Embajada Británica, de estilo colonial y con un precioso jardín interior muy tranquilo y regentada por una chica del País Vasco.
En el jardín-patio interior tuvimos una de nuestras primeras sorpresas con la fauna de americana, de repente Miguel dijo, ¡un Colibrí! y en efecto allí andaba revoloteando un colibrí diminuto alrededor de unas flores, para regocijo de los chavales y no tanto.
Nosotros teníamos un a habitación en la segunda planta con tres camas, dos de ellas Queen, así que estábamos alojados con bastante comodidad.

Al estar cansados del viaje, el primer día nos quedamos por la zona, hicimos algunas compras y nos acercamos al MacDonal para hacer una merienda cena ya que nos acostaríamos a las 8:30.
En uno de nuestros primeros movimientos por la calles de Quito, pudimos apreciar la regular presencia policial en muchas tiendas. Nos acercamos a realizar unas fotocopias en un modesto local, y en la misma puerta bahía un guardia armado, un poco más allá y también a las puertas de una tienda de electrodomésticos, se apostaban dos guardias con sendas ametralladoras.
Curiosamente Ecuador es uno de los países, más seguros de Latinoamérica, y pensamos que esta presencia policial, se debe más a una tradición disuasoria y a una imitación de las costumbres norteamericanas. Por lo demás la gente es súper amable y detallista.




















Al día siguiente realizamos nuestra primera excursión por la ciudad de Quito, después de apalabrar un taxi, nos dirigimos al Panecillo.
El Panecillo es una loma de la ciudad situada a 3000 metros de altura y done se obtienen unas vistas impresionantes tanto de la ciudad como de los andes y sus impresionantes volcanes. Se llama panecillo por su parecido a un pan pequeño, encima de la cúspide se sitúa el monumento de aluminio más grande del mundo dedicado a la Virgen Maria.

Después de apreciar las increíbles vistas desde el Panecillo nos dirigimos a la parte colonial de Quito. Allí estuvimos recorriendo durante toda la mañana sus plazas típicas y sus callejuelas y hablando con todos las personas que pudimos.

En la preciosa plaza de la Independencia estuvimos bastante tiempo y conversamos con mucha gente, unas veces porque nosotros preguntábamos y otra porque se nos acercaban. Vimos la cantidad de limpiabotas con sus característicos asientos rojos, y a los niños vendiendo objetos. Los nuestros vieron lo duro que resultaba para algunos ciudadanos de este país ganarse unos céntimos de dólar americano (Ecuador adopto el dólar americano y dejo atrás el sucre el año 2000). Muchísimos niños que trasteaban por la calle eran de la mismas edades que nuestro hijos mayores, Miguel, entonces 10 años, y pablo 7, estos niños se ganaban la vida vendiendo lápices de colores, limpiando zapatos y otro tipo de trabajos. Nuestros niños al principio les miraban sorprendidos pero terminaron jugando en la plaza con ellos, mientras Hugo, el peque, perseguía palomas dando grandes gruñidos.



Como ya he dicho antes, Hugo con 14 meses era buenísimo, y cuando se sentía cansado dormía placidamente en su carro.




















Después de visitar la Plaza de San Francisco, no menos bella de la de la independencia, y toda la parte antigua, nos fuimos a comer a un restaurante de la zona, donde comimos una parrillada típica de allí y terminamos con un postre de plátanos con flan. Allí se usan mucho los plátanos maduros para postres y los plátanos verdes para comida salada. Al caer la tarde nos fuimos a descansar al hotel .

MITAD DEL MUNDO
























Marga y los niños se quedaron en el hotel, yo había quedado con Wilson, mi contacto con la agencia con la que habíamos contratado el crucero por las Islas Galápagos a través de Internet. Quedamos en la agencia situada en la avenida de Amazonas, como casi todas las agencias de Ecuador. Cuando llegue a la agencia le pague el dinero que me quedaba pendiente, ya que antes le había transferido desde España una cantidad. Wilson a su vez me dio los pasajes y la información necesaria. Tengo que aclarar que antes de hacer el pago por Internet nos informamos de la seriedad de la agencia. Una de las primeras cosas que hicimos fue asegurarnos de que esta misma agencia se publicitaba en varios idiomas. Pudimos comprobar como tanto en ingles, francés y alemán se publicitaba en Internet. El segundo paso era comprobar si buscando en mayoristas del país salía ofertado su crucero como así fue. Esto nos daba toda la seguridad ya que si en páginas Web de mayoristas importantes aparecían enlaces hacia esta agencia era la certeza absoluta de una empresa seria. Para finalizar buscamos por Internet nuestro barco y allí aparecieron multitud de imágenes y datos del mismo. Con estas garantías pudimos efectuar por transferencia y sin temor el primer pago (25%) que nos pedían para poder reservar el crucero.





















                  MITAD DEL MUNDO

El tercer día de estancia en la capital de Ecuador lo dedicamos a visitar la “Mitad del mundo”, que es el lugar exacto a las afueras de Quito (a 13 Km) donde está marcado con una línea amarilla el Ecuador Terrestre, que divide la tierra en el Hemisferio Norte y el Hemisferio Sur.
Esta línea no está marcada caprichosamente, ya que gracias a el efecto Coriolis se puede distinguir donde acaba el Hemisferio Sur y donde empieza el Norte. El efecto Coriolis fue descrito en 1835 por el científico francés Felipe Gustabe Coriolis, y describe las propiedades y particularidades del movimiento de un objeto con respecto a otro que esta en rotación, en este caso la Tierra. Afecta a las nubes, borrascas, corrientes marinas , rios, meandros.
La forma más curiosa de ver este efecto es vaciando una bañera y ver que el agua gira en el sentido de las agujas del reloj en el hemisferio Norte, y al contrario en el sur. Bueno esto no es cierto del todo y solo se pueden apreciar los efectos con grandes magnitudes, (borrascas, corrientes) o con experimentos muy concretos.
De todas formas, si tenéis suerte podéis contemplar a alguna persona haciendo el “experimento” a un lado y a otro de la raya amarilla, vaciando un cubo por un agujero en la parte inferior y observar absortos como a medio metro de diferencia las aguas giran al revés según se hace el experimento en un lado u otro. Miguel y Pablo estaban alucinados de que realmente aquello fuera la mitad del mundo, y jugaban como todo el mundo a poner diferentes partes de su cuerpo a un lado o a otro del Hemisferio, Hugo les imitaba creyendo que era un juego.


























En un valle precioso se encuentra este complejo, en donde se encuentra situada una plaza tradicional con tiendas, restaurantes y talleres de artesanía, en esta plaza también hay un gran obelisco al que se puede subir y que está construido en la latitud cero al Norte de Quito Mide treinta metros de altura y en su cúspide se encuentra la esfera terrestre, desde la terraza se puede contemplar el entorno geográfico de la Mitad del Mundo, para luego descender por los 9 niveles interiores del monumento que forman parte del Museo Antropológico y Etnográfico donde se puede conocer vestigios, historia y grupos étnicos que habitan en las cuatro regiones del País.
Después de la visita a mitad del mundo, trasteamos por algún mercado de Ecuador a media tarde. Ese día nos fuimos a cenar pronto, ya que al día siguiente partíamos hacia las Islas Galápagos.


ISLAS GALÁPAGOS























Cuando sopesamos la posibilidad de realizar un viaje por Ecuador, pensamos en un viaje en el que los niños a la vez que apreciaran la cultura de un pueblo, pudieran ver uno de los lugares naturales más increíbles de la tierra. Una de las sensaciones más extraordinarias que hemos sentido nunca fueron los primeros encuentros con la imponente naturaleza de las islas Galápagos.



Ya he dicho antes que nosotros habíamos contratado desde Madrid a través de Internet, el crucero por las Islas Galápagos. Podíamos haberlo contratado todo en Ecuador, pero dado que íbamos con niños muy pequeños, preferimos concentrar nuestra energía en su bienestar durante el viaje.
Merece la pena visitar por tu cuenta Ecuador, no deja de ser caro un viaje a este destino, pero para cinco personas que éramos y comparado con lo que una agencia nos cobraría por el itinerario que hicimos, sigue siendo un viaje mucho más barato. Quitando los billetes de Avión transoceánicos, el país es barato en general y los transportes y la comida en particular, aparte de ser un país pequeño y accesible.

Pero si realmente se viaja con tiempo yo me aprovecharía de ciertas ventajas: Por ejemplo la avenida de Amazonas de Ecuador está llena de agencias para hacer cruceros por las Galápagos. Muchos de estos barcos tienen un cupo que no han cubierto y si se tiene paciencia, se regatea y se pregunta en varios sitios, se pueden conseguir precios buenísimos. Así que ánimo.


























DOS TIPOS DE BARCOS

En este aspecto acertamos de pleno. Para hacer un crucero por las Galápagos, existen varios tipos de barcos. Algunos son de tamaño inmenso con toda clase de lujos, impersonales y que pueden albergar más de 200 turistas, suelen visitar las islas más grandes. Luego tenemos otro grupo de barcos con pasajes más reducidos y con diferentes categorías, a vela o a motor, suelen tener de 5 a 6 camarotes y alojan de 12 a 15 turistas.

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Yo aconsejo viajar en uno de estos últimos por muchísimos motivos, estos barcos pequeños sin dejar de visitar los sitios más importantes de las islas, hacen también recorridos por islas más pequeñas y tranquilas. No es lo mismo visitar una isla con 200 turistas más, que con 12 personas. Aparte de esto los barcos pequeños fondean para dormir muy cerca de playas bellísimas. Los accesos a las islas son siempre silenciosas y con zodiac neumáticas que salen del propio yate.
Todos los barcos(también los grandes) tienen unos guías profesionalísimos que conocen exhaustivamente, la vida, flora y fauna de todas las islas y dan detalles muy completo durante todo el viaje tanto en ingles como en español.
Otra ventaja de los barcos peques, es que te puedes tirar del barco en cualquier momento al mar para nadar o bucear. Por otra parte la vida a bordo es más agradable y tranquila y enseguida te haces amigo de los demás turistas y la tripulación, no hay masificación.
Estos barcos suelen hacer los traslados casi siempre de noche, por lo que la posibilidad de marearse es menor, al estar la gente dormida.
A la hora de escoger un barco yo escogería uno pequeño con camarotes y un pequeño baño privado, pero si el bolsillo no llega los hay más económicos y con baños colectivos. Estos barcos peques incluyen la pensión completa, menos la bebida, aunque hay una cuota de agua al día gratis.
Es importante llevarse equipo de buceo si se es aficionado al submarinismo, aunque sea solo con gafas, aletas y tubo, porque si no la tripulación te lo prestará gustosamente, y también “gustosamente” te presentaran una buena factura al final del crucero por el alquiler de material. Por supuesto que merece la pena mirar bajo las aguas, yo diría que es obligatorio.
Nuestro barco era el yate Fragata con 8 camarotes para turistas y 16 plazas, no iba completo.
Allí nos juntamos una familia francesa con dos niñas de 12 y 10 años, una pareja de jóvenes holandeses, una mujer austriaca con su madre de 72 años, un americano de Illinois y un inglés que bebía como nadie, contándonos a nosotros éramos 13 turistas más la tripulación de 5 personas capitán, cocinero…
La verdad es que habiendo cinco niños en el barco, las dos francesas y los tres nuestros, no fue difícil que enseguida entablaran amistad, y los mayores en un espacio tan reducido no tardamos en imitarles.


BALTRA



















                               VUELO QUITO GALÁPAGOS

Los vuelos internos en Ecuador son bastante baratos, solo a hay un destino donde el vuelo ida y vuelta sale un poco más caro y este es Galápagos. Por unos 300 $ ( año 2003) se podía volar de Quito al aeropuerto "Seymour" en la Isla Baltra (Galápagos) haciendo antes escala en Guayaquil.

Nada más aterrizar en el archipiélago hay que pagar 100 dólares por persona para entrar en el Parque Nacional de las islas Galápagos (Reserva de la Humanidad), declarado como tal 1959; Los niños pagaron 50 $ y Hugo el peque, nada.





















Hay que pasar un control donde registran por encima el equipaje, buscando toda clase de comida que puedas llevar, ya que esta prohibido que entren plantas, animales o comida en las islas. Una semilla de una manzana tirada en mal sitio y con posibilidad de cambiar un ecosistema si germina, puede ser un desastre en estas islas. Todavía tienen un grave problema con las cabras introducidas por las flotas balleneras de siglos pasados e introducidos por colonos, como una forma de asegurarse carne fresca. Existe un plan de erradicación de estas especies invasoras en la isla Pinta e Isabela. Estas cabras se comían es sustento vegetal de los galápagos autóctonos, haciendo peligrar seriamente a estos últimos. Aparte de erosionar muchísimo las islas y desplazar de su territorio a otras especies. Se calcula que en 1997 había de 100.000 a 150.000 cabras en Isabela y su cacería se hace por tierra e incluso se ha llegado a usar helicópteros.
El resultado es que allí no pasa ni una mandarina por el control.
Hay que tener en cuenta que las islas Galápagos son una fuente controlada e importantísima de ingresos para Ecuador.



BALTRA


















En el aeropuerto de Baltra nos fue a recibir el guía de nuestro barco y nos llevaron a todos al embarcadero para empezar nuestro crucero por las Galápagos, allí nos esperaba nuestro yate “Fragata” con sus 8 camarotes dobles (dos camas) con minibaño privado.
Marga dormía con Hugo y Pablo en un camarote y yo con Miguel ( el mayor) en otro.
Pronto conocimos a nuestros compañeros de viaje y a la tripulación, y esa misma tarde navegamos hacia la playa de Bachas situada al norte de la isla de Santa Cruz. A 100 metros de la playa paró el Fragata, montamos en las zodiac que nos llevaron hasta la orilla, donde nos descalzamos para desembarcar.
A los 30 segundos de estar allí Miguel, Pablo y Hugo, y las dos niñas francesas estaban como locos, porque sobre la playa caminaban tres iguanas marinas, todo eso a dos metros de nosotros, 10 metros más allá paso volando una garza de enormes dimensiones que se posó un poco más allá. Cuando por fin íbamos a echar a andar repuestos ya de esta primera impresión, el guía nos dijo que tuviéramos cuidado al andar, porque había zonas de la playa que estaban llenas de huevos de tortugas marinas. 50 metros después, enormes cangrejos rojos del tamaño de una mano, se dejaban contemplar en las rocas a menos de medio metro. Y para terminar en unas lagunas situadas a 100 metros de la playa pudimos contemplar la belleza de los flamencos rosados en su medio natural.
La verdad es que como aperitivo no estuvo mal. Hugo, que ya entonces tenía un buen repertorio de palabras, se empeñaba en ir de tras de las iguanas haciendo gruñidos de perro y gestos de éxtasis total. En realidad, los animales de las islas Galápagos no están acostumbrados a ser perseguidos ni molestados, por lo que no temen para nada al ser humano.






































Esta primera visita anticipaba todo el potencial que nos quedaba por delante. Y puedo asegurar que nunca hubo una unanimidad tan grande en un grupo de turistas, y un entusiasmo mayor ante espectáculo semejante. Yo había leído en las guías cosas increíbles de las Galápagos, pero la verdad es que todo lo que uno pueda imaginar es superado con creces con lo que luego allí se ve en estado puro.
De mis diferentes viajes por Europa y el resto del mundo, nunca una expectativa fue superada por tanto margen en sentido positivo.
Además, durante los 5 días que estuvimos descubriendo estas maravillosas islas, tuvimos tiempo de establecer una bonita relación multicultural con todo el pasaje.

RÁBIDA

















La noche calló enseguida, ya he dicho antes que en Ecuador anochece todo el año entre las 6 y las 6:30. Después de una buena cena nos fuimos marchando a los camarotes. Pudimos sentir como arrancaban los motores y nuestros sueños eran acunados por el suave movimiento del barco en dirección a Rábida.

Cuando despertamos al día siguiente el barco estaba en silencio, hacia mucho tiempo que los motores del barco habían dejado de funcionar. En cubierta pudimos contemplar el extraordinario paisaje de esta maravillosa isla, a unos 1000 metros de nuestro barco. Como casi todas las islas de Galápagos, con su pequeña montaña, en este caso cortada verticalmente por una de sus vertientes, dando paso a una impresionante playa de arena roja.

En cuanto nos dejaron las zodiac en la playa, siempre descalzos al desembarcar, Miguel Pablo y Hugo chapoteaban por la orilla. A unos 20 metros teníamos unos cuantos ejemplares de leones marinos, uno de ellos de considerable tamaño. Nos acercamos lentamente pero apenas se inquietaban, Hugo apenas podía contenerse y era retenido por Marga para que no saliera corriendo en dirección de los animales. Aprovechamos y nos hicimos unas fotos con ellos.
Los doce pasajeros del barco con nuestro guía fuimos recorriendo esta playa lentamente ante las atentas explicaciones de nuestro guía. Allí donde terminaba la arena de la playa y empezaba la vegetación estaba plagado de toda clase de nidos de diferentes aves, pero sobre todo inmensos Pelícanos con sus blanquísimos polluelos. El guía se encargaba de que nuestro acercamiento no llegara a ser intrusivo. Aunque a os animales no parecía importarles mucho nuestra presencia. De vez en cuando desembarcaban en la playa nuevas familias de leones marinos y focas, algunas con sus crías.
Miguel y Pablo (10 y 7 años) se turnaron para hacer fotos y Hugo (14 meses) quería tocarlo todo, incluso con permiso del guía acarició suavemente a un león marino. Este fue un momento gracioso para el grupo, ya que tanto la cría de león marino así como Hugo estaban dispuestos a saltarse el protocolo se buscaban desesperadamente y nerviosamente para verse a un palmo de distancia, la cría de león moviéndose a saltitos hacia Hugo, y este intentando tirase hacia ella. Parecía que se habían reconocido en su igualdad de condición de cachorros muy graciosos, los dos con facciones de cría, los dos con los ojos muy negros, los dos con movimientos de bebe. Ante esta situación el guía no tuvo más remedio que dar el visto bueno a esta complicidad tan especial.

Después de este recorrido fascinante por la playa de Rábida, el guía nos llevo a dar una vuelta por la isla. Vimos más aves y más vistas preciosas desde arriba. A mitad de recorrido Hugo ya estaba en los brazos de Morfeo, las experiencias anteriores habían sido muy fuertes. Marga y yo nos turnamos para llevarle en brazos.
Después de recorrer la isla, llego el momento de bañarnos su playa roja, mientras Hugo dormía en una toalla. Los primeros en bañarnos fuimos Miguel Pablo y Yo, sacamos las aletas y las gafas y nos dispusimos a explorar los fondos. Allí encontramos erizos de tamaño colosal, y estrellas de mar preciosas, pero lo más divertido fue comprobar como los leones marinos jugaban con nosotros. Se dirigían en línea recta hacia ti por debajo del agua, y en el último momento se desviaban y te rozaban, así muchas veces. Pablo Miguel y las niñas francesas apenas salían del agua ante tal entretenimiento. Al rato me toco estar con Hugo y Marga aprovechó para bañarse y jugar con los leones marinos.
Ese día teníamos unos 23 o 24 grados, y tan pronto salía el sol como estaba nublado.
Después de esta ver la preciosa isla de Rábida volvimos al barco para comer. Por la tarde visitaríamos la isla de Bartolomé.



BARTOLOMÉ


















Con una extraordinaria bahía es una de las islas que más me impresionó. Sus vistas desde lo más alto de la isla (donde se encuentra el mirador) son imprescindibles y espectaculares. En esta isla es en donde se rodó un parte importante de “Master and Comander”, donde se hace un guiño al uno de los mejores naturalistas de la historia: Charles Darwin. La verdad es que uno de las cosas que impresionan cuando visitas las islas Galápagos, es saber que allí es donde estudio y recopilo la información fundamental para desarrollar su concienzuda y maravillosa Teoría de la Evolución.
Es reconocible esta isla tanto por su bahía como por su roca vertical de unos 30 metros a modo de aguja.
Desembarcamos por la tarde en la playa de arena dorada tirando a blanca. Alli nos pusimos a jugar enseguida con los leones marinos. Marga y Hugo nuestro peque, estuvieron un buen rato jugando con una madre y su cría. Otra vez se produjo una simbiosis familiar y social. En esa playa había más gente y más leones marinos, pero los que no dejaban de rondar a mama Marga y a pequeño Hugo, eran mama y peque León marino. Mientras Pablo y Miguel se divertían trasteando por la playa con otros leones marinos y haciendo esnokeling. Después de un rato de estar con ellos, me adentre con mi traje de neopreno a explorar la costa. Primero me fui a aguas más profundas y después estuve recorriendo las rocas hacia la izquierda de la playa, bordee la roca en aguja y pasada esta, justo en su base en la parte izquierda según se mira al mar había tres pingüinos de pie.
El pingüino de las Galápagos (Spheniscus mendiculus), es el de ubicación más al norte en su familia, tiene unos 50 centímetros y es el segundo más pequeño de todas las especies de pingüinos, pesa unos 2 Kg.
Me fui acercando lentamente por el agua hasta la roca, y estos ni se movían, salí del agua y m senté en las rocas cercanas, uno se tiró al agua, quedaban dos. Me volví a meter en el agua y me acerqué lentamente para volver a salir justo donde estaban ellos, dieron pequeños pasitos pero allí seguían, les tiré unas fotos con una de las dos cámaras de fotos acuáticas y desechables (hasta 5m de profundidad) que habíamos llevado. Como vi que no tenían miedo les acaricié el pecho con el dedo índice, apenas se pusieron nerviosos. Alguno de estos pingüinos podría ser alguno de los que más tarde parecían volar por el agua cuando los vimos desde el mirador.

Este fue uno de mis momentos “íntimos” que recordaré siempre. Mi costumbre de recorrer grandes zonas de costa con mis gafas aletas, tuvo su recompensa.
La pena es que los demás compañeros de viaje incluida mi familia solo pudieron verlos desde lejos.

Todo esto que cuento podría parecer exagerado, pero ya he dicho antes que en las islas Galápagos la naturaleza viene a ti, y que las expectativas son superadas claramente por la realidad. Aquí dejo de todas formas unas cuantas fotos de dan fe de lo que cuento.

Después del baño subimos en las zodiac de nuevo, que nos llevaron a la zona volcánica y anaranjada de la isla que llevaba directamente al mirador. El recorrido hasta el mirador es breve pero espectacular, con sus peculiares piedras y ríos petrificados. Cuando se deja la parte pedregosa, se sube por una cómoda escalera de madrera los últimos 200 metros. Las vistas son únicas y se pueden ver la roca en aguja y la playa norte y sur de la isla de su parte más estrecha a modo de istmo. El guía nos advirtió desde el mirador que un grupo de unos 12 pingüinos cruzaba a nado la playa sur, dando saltos de vez en cuando fuera del agua. Fue lo más cerca que nuestro grupo vio a los pingüinos.Otros tuvimos más suerte .


GENOVESA




Es difícil decidir cual de las islas Galápagos es la más bonita, cada una tiene su encanto personal que la diferencia de las demás y no son por eso comparables. Pero sin duda Genovesa es una isla de ensueño, sobre todo la parte arenosa con manglares.

Genovesa tiene forma de herradura, en su momento fue un gigantesco volcán, una de sus paredes se hundió y dio lugar a la bahía de Darwin rodeada de acantilados. Se le llama también la isla de los pájaros por la inmensa variedad y cantidad de aves, algunas exclusivas de la isla. Si existe el paraíso del ornitólogo es Genovesa.

Nuestra primera visita a Genovesa comenzó a primera hora de la mañana después de desayunar, como casi siempre primero nos adentraríamos en la isla para ver la fauna y flora de la misma, y por la tarde iríamos a su maravillosa playa. Hasta el momento creo que no he visto una playa igual en mi vida, pero bueno más tarde hablaré ello.
La visita a esta isla iba a ser una de las de mayor recorrido, ese día la temperatura oscilaba entre los 30 a 35 grados y no se movía el aire. La hija y su madre Austriaca de 75 años se quedaron en el barco, pues se les había acumulado el cansancio.
Nos embarcamos en las dos zodiac y bordeamos 2 Km. de acantilados de esta isla hasta llegar a las escaleras del Principe Felipe escaleras de roca cavadas en el mismo acantilado. En esos dos kilómetros de recorrido Miguel, Pablo y Hugo pudieron disfrutar de diversos espectáculos. Primero la gran cantidad e leones marinos y piqueros que había en las rocas de los acantilados, y luego de un par de inmensas tortugas marinas que nadaban cerca de nuestra zodiac.

Una vez desembarcados empezamos nuestro recorrido por el famoso Barranco de Genovesa, que es un recorrido por rocas de lava, atravesando un bosque de palo santo y con gran cantidad de nidos de piqueros. Pudimos ver gran cantidad de piqueros de patas rojas y alguno de patas azules. También vimos rabijuncos, palomas, petreles y pinzones de Darwin, fragatas con su característico buche rojo e inflado de los machos, piqueros enmascarados de patas negras plumaje blanco con algo de negro y ojos amarrillos, albatros, gaviotas de lava, golondrinas de la galápagos…

Nuestros peques disfrutaron bastante de la visita sobre todo con un pequeña variedad de pinzón que se acercaba hasta las manos de los niños y bebía del tapón de agua que estos le ofrecían. A Hugo, como siempre hubo que contenerle para que no persiguiera a todos los “bichos” que veía, aunque en este caso apenas se inmutaban.
En el camino de vuelta Hugo se durmió, así que Marga y yo nos lo turnamos para llevarle.

Cuando llegamos al barco nos esperaba la tripulación con la mesa puesta. La vida en el barco era agradable y la gente aprovechaba los momentos tranquilos para tomar el sol en cubierta, o leer en el salón. Miguel Pablo y Hugo, se pasaban el rato subiendo de la cubierta de abajo a la de arriba, y explorando los cielos en busca de fragatas o gaviotas que de vez en cuando nos acompañaban con su vuelo. Pablo hizo muy buenas migas con el barman del barco y se pasaba buenos ratos con el.

PLAYA DE GENOVESA

Por la tarde desembarcamos en la preciosa y pequeña playa de Genovesa, en su bahía había fondeados tres barcos como el nuestro.
La playa no se parece en nada a las otras playas de las demás islas, para empezar se trata de una playa de arena blanquísima formada de desechos de coral blanco, entre la arena se pueden ver una especie de piedras pulidas que van del tamaño de un puño al de un balón de playa. Estas piedras no eran tales, sino que eran corales pulidos por el oleaje, y si se observaban bien se podía apreciarr pequeños agujeros que las perforaban. Por otra parte la playa estaba colonizada por una familia de leones marinos echándose una siesta sin fin. A la izquierda de la playa un entrante de agua a modo de río llegaba hasta 200 metros tierra adentro. Los manglares crecían verdes y protectores sobre este ramal. En la otra orilla de este brazo de mar se situaba un rompeolas natural de tres metros de altura de roca pura que transformaba este entrante en algo increíble y especial.
El ramal era un mini hábitat lleno de peces de colores, leones marinos, nidos de fragatas y de piqueros.
Miguel, Pablo y Hugo no paraban de asombrarse durante el recorrido que discurría por un sendero paralelo al entrante de mar.
Cuando termino este precioso recorrido volvimos a la playa y aprovechamos para bañarnos, Hugo se lo pasó en grande jugando con los leones marinos en la misma arena.

Cuando llegó la hora de irse en las embarcaciones pequeñas hacia el “fragata”, le pregunte al guía si era posible quedarme buceando en la isla un poco más. Al principio la tripulación dudó, pero tras decirles que no hacía falta que me vinieran a recoger accedieron. Total el “fragata” no zarparía hasta dentro de dos horas y me esperaría fondeado a 300 metros de la playa.

Cuando se fueron no había nadie en la isla, y me dispuse a vivir uno de esos momentos mágicos que pocas veces se presentan en la vida. Bueno eso creo.
Solo en Genovesa, en una isla de las islas Galápagos con dos horas por delante.
Primero estuve buceando por los fondos cercanos a la playa. Más tarde me dediqué a recorrer los 200 metros de entrante de mar (de unos 3 a 4 metros de ancho) pero esta vez por el mismo canal y sin dejar de mirar por mis gafas.
Este ramal tenía el agua más caliente de lo normal, por tener una profundidad al principio de 70 centímetros. Tenía una claridad purísima y según te adentrabas hacia el interior iba teniendo mayor profundidad, incluso había alguna grieta de 7 metros de profundidad llenas de peces minúsculos y súper coloridos. De vez en cuando me sentaba en alguna roca a contemplar los diferentes nidos de piqueros situados a los lados del entrante.
Estos momentos los disfruté especialmente. Me regodeaba en esos momentos. Yo, mis aletas, mi neopreno mis sensaciones, volar entre grietas de peces…
Hice algunas fotos con la cámara acuática y me dispuse a desandar lentamente el camino. Cuando llegue de nuevo a la playa la marea había subido y en el espacio de arena donde estaban los pequeños leones marinos solo había agua. Quedaba una zona a la derecha más despejada. Pero allí solo había un imponente ejemplar de león marino, negro de unos 300 Kg, echando fuera de su territorio a otro más pequeño. Otras veces había visto en otras islas estos ejemplares, quizá un poco más pequeños, pero como siempre íbamos en grupo y siempre había más leones pequeños todo quedaba diluido en la cotidiana visita de humanos a leones.
Pero al volver del ramal tenía que atravesar esa playa para echarme al mar y me entraron ciertas dudas. Aquel enorme animal cuando me vio ya a 70 metros de distancia me amago con arrancarse corriendo hasta a mi, y aunque el amago se quedó en una carrera de 5 metros, me dio por pensar que si esto me lo hacía a 70 metros, más cerca podía ser peor. Pensé que quizás esta era la hora donde él se quedaba solo en la playa y no quería invitados. Con cierta congoja decidí utilizar mi táctica contra los perros. Mi experiencia de maratoniano trota campos, parques, cercas y demás espacios abiertos susceptibles de encontrar un perro con mala uva me tendría que valer para este bicharraco. Cuando me encontraba con un perro o varios abandonados en medio de un paraje solitario con intención de dirigirse hacia a mi ladrando y a la carrera, tenía dos mecanismos para la salvación, el más convencional era agacharse a por una piedra, solo este gesto solía valer y los perros se daban media vuelta, ya conocían el mensaje. La otra solución si no funcionaba la primera, era la de hacerse el trastornado que nunca fallaba. Cuando un perro aguantaba ladrando y manteniéndote el tipo después de haber cogido una piedra, mal asunto. Así que tocaba seguir tu camino como si nada, ignorando al perro, pero de vez en cuando hacer unos movimientos espasmódicos con saltos, giros y retrocesos imprevistos y enérgicos con unos cuantos chillidos hilarantes. Esto solía desconcertar al perro, que retrocedía ante tal declaración de intenciones, supongo que pensaría que nunca antes había visto cosa igual y tan tremebunda.
Bueno, pues esta segunda opción era la que iba a utilizar, ya que lo de coger una piedra podría incluso volverse en mi contra, primero porque el animal no conociera el mensaje y segundo porque si lo interpretara mal y terminara atacándome cuando solo pretendía amenazar sería peor. Así que después de mis anteriores momentos de éxtasis en el ramal del entrante de mar, llegan mis momentos de bajeza teniendo que declarar a mis queridos blogueros que descendí a los más bajo, al tener que atravesar aquella playa montando el numerito. Miré al animal de reojo cundo pase a su lado y pareció indultarme. Una vez en el agua pude disfrutar del mar de nuevo y me fui tranquilamente al “fragata”.
Allí quedaron unos recuerdos imborrables, donde por dos horas fui el rey de la isla, ¿o no?